sábado, 9 de enero de 2010

IV. La Familia


Las lágrimas salían impulsivamente de mis ojos, y los sollozos eran incontrolables no podía controlar la respiración y los goterones de agua nublaban enormemente mi vista, pero aún así no cese, y continué llorando, porque me sentía enormemente contenta, ellos estaban acá después de mucho tiempo de extrañarlos, hoy volvieron a verme y se apoderaron completamente de mi habitación llenándome de recuerdos de infancia, aquellos que podía recordar y quería recordar, que a la vez eran muy pocos, pero intensos. Quise y lo admito totalmente, poder correr y volver con ellos a mi hogar, pero los médicos fueron estrictos y no me otorgaron ese beneficio por los acontecimientos últimos, de los cuales recién hoy me vine a enterar y que eran un tanto graves.

Las conversaciones poco a poco me fueron aburriendo, eran tan superficiales donde todos ellos contaban como era su vida feliz ahora que yo ya no estaba con ellos, era un poco humillante y me bastó para darme cuenta de que quizá no es del todo malo que yo esté internada y alejada de tanta porquería que me enfermo cuando estaba afuera, con "ellos", me sirvió este pensamiento para aguantarme un poco más las conversaciones irrelevantes que teníamos en el jardín de la clínica, no me entere de como estaba el mundo realmente afuera, ni de que era de la política, si aun estaba el mundo en crisis económica, si salió aquel candidato presidente, no me entere de nada de eso, solo de sus maravillosas vidas ahora que yo ya no estaba, acá no nos dejaban ver televisión y los martes teníamos cine supervisado, los miércoles teatro, y los jueves venia gente a vernos como quien va a un zoológico, tratábamos de portarnos lo mejor que se podía pero era imposible, porque más cuerdos parecíamos nosotros cuando comprendíamos que venían a hacer, algunas personas se creen mejores cuando visitan enfermos...

Mis padres se fueron y quedé nuevamente sola en la nueva habitación que me habían asignado por buen comportamiento, estando ahora en un nivel más alto de cordura, ¿qué zoológico no?, ahora tengo muchas ganas de ir y dormir por muchas horas, pero si le pido a la enfermera alguna medicina de ese tipo en vez de dármelas estoy más que segura que me llevarán al psiquiatra para evaluar algún tipo de depresión; motivo: mis padres que volvieron a irse.

Me siento extraña en este lugar siento que no he tenido mucha relación con los otros internos y ya hablar no me sale fluido y natural, suena más bien como algo robótico y ensayado, es algo gracioso. Últimamente estoy yendo más seguido a la sala principal, después de todo no son tan aburridas las tardes de cine ya que es cine clásico muy morboso a mi modo de ver las cosas, si ver pájaros de hitchkock no es morboso para un hospital psiquiátrico, entonces deberían ponerles porno a los jovencitos, por eso descubrí que en cierta forma como las enfermeras son algo incultas en cine, al final el “cine supervisado” lo es porque ellas están mirando también no porque sean películas clasificadas y aptas para que personas enfermas como nosotros podamos verlas.

Ayer conocí a un interno que tiene problemas de adaptación con la sociedad y paranoia y que además intentó suicidarse porque un tipo le sonrió y el pensó que el tipo le iba a hacer daño (el último dato, es un rumor de pasillo, acá los locos son igual de copuchentos que los cuerdos), Se llama Agustín y tiene 30 años, es profesor de lenguaje y tiene un léxico sorprendente, es muy caballero y educado, tiene algunos gestos extraños, pero con el tiempo me he ido acostumbrando, ayer me escribió un poema que recuerda de su época de universidad, es de Pablo Neruda, muy conocido por lo demás, “Soneto XX: Mi fea, eres una castaña despeinada, mi bella, eres hermosa como el viento, mi fea, de tu boca se pueden hacer dos, mi bella, son tus besos frescos como sandías. Mi fea, dónde están escondidos tus senos? Son mínimos como dos copas de trigo. Me gustaría verte dos lunas en el pecho: las gigantescas torres de tu soberanía. Mi fea, el mar no tiene tus uñas en su tienda, mi bella, flor a flor, estrella por estrella, ola por ola, amor, he contado tu cuerpo: mi fea, te amo por tu cintura de oro, mi bella, te amo por una arruga en tu frente, amor, te amo por clara y por oscura…” tomé el papel con la nota y la pegué en la cabeza de la cama, así podía verlo todos los días mientras siguiera despertando, me desconcertó el mensaje porque no sabía cómo responder, ¿pero después me pregunté, es necesario responder siempre a estas demostraciones de afecto?... no, quizá no.

Mis padres llamaron otra vez, porque Ana la empleada había encontrado en mi ex cuarto unos libros escritos por mi y peguntaron a mi terapeuta si me los podían traer, el terapeuta que es algo exigente, lo permitió sólo si yo dejaba que los leyéramos juntos, lo permití. Estaba buscando una respuesta en esos libros, una respuesta y quizá la que me ayudaría a salir de este lugar.

Agustín faltó a tres sesiones de cine, pregunte por él pero no me quisieron decir, he escuchado que tuvo una recaída y que está en un cuarto de aislamiento, quizá por eso no pudo venir a verme para mi cumpleaños…

Me estoy acostumbrando a este lugar, ya no veo cosas extrañas en mi habitación que ya no es blanca del todo y conserva unos tonos murales menos invasivos, como en mi caso lo era el blanco.